martes, 25 de septiembre de 2012

La Ilustración, contra la superstición y la ignorancia.

Tras el temblor de tierra que había destruido las tres cuartas partes de Lisboa, los sabios del país no encontraron un medio más eficaz para impedir la ruina total que dar al pueblo un magnífico auto de fe: decidió la Universidad de Coimbra que el espectáculo de algunas personas quemadas a fuego lento con grandes ceremonias era un secreto infalible para impedir que la tierra temblase.
En consecuencia, se cogió a un vizcaíno convicto de haberse casado con su comadre y a dos portugueses que, al comer un pollo, le habían arrancado la grasa [...]. Después de la comida, vinieron a atar al doctor Pangloss y a su discípulo Cándido, al uno por haber hablado y al otro por haber escuchado con señales de aprobación [...]. Cándido fue azotado a compás mientras cantaban; el vizcaíno y los dos hombres que no habían querido comer grasa fueron quemados y Pangloss fue ahorcado, aunque no era esta la costumbre. El mismo día, la tierra volvió a temblar con un estruendo espantoso.
Voltaire.

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